Cambié de opinión
Columna de Rafael López
¿Seré gay? Esta es una pregunta que todos los hombres debemos enfrentar en algún momento de la vida. Hay quienes la responden con miedo, sin hacérsela en realidad. Otros la evaden directamente y viven encerrados sin saberlo, hasta que llega el examen de próstata y les cambia la vida.
Para mí esta pregunta surgió espontáneamente a mis 19 años mientras veía un vídeo de Ricky Martin, por allá en el año 99 cuando sus gustos sexuales eran solo un rumor. Aquí podría ceder a la tentación de darle palo a Ricky Martin y hacer chistes sobre él, pero no voy a hacerlo, porque que le den palo es justamente lo que él quiere.
Empecé a ver el vídeo con la intención de encontrar que era eso que Ricky Martin tenía que enloquecía a las mujeres, como para ver qué tan lejos estaba yo mismo de ese ideal. Estaba viendo su cara, su cuerpo, su forma de bailar y sin querer resulté pensando –No joda, este man sí es que está muy bueno– a lo que de inmediato me contesté –Mierda ¿Será que yo soy marica?
Por ese entonces yo tenía el pelo largo y me caían muchos tipos, tanto así, que cuando pasaban tres meses sin que ningún man me echara el perro yo me sentía mal y me decía -¿Qué pasa conmigo? ¿Where is my mojo? –
Bueno, pues un día de esos, en los que ya me preguntaba por el paradero de mimojo, iba yo caminando por la 93 con 15 cuando me di cuenta de que me pitaban desde un carro y me hacían señas de que me acercara. Así lo hice, pensando que se trataba del papá de un amigo, pero al saludar al conductor ninguna de mis neuronas logró reconocerlo por lo que fue evidente que era un completo desconocido. No me pregunte cómo, pero resulté subiéndome al carro.
Ay niños, de por dios que no hagan eso que es muy peligroso. Yo por supuesto me arrepentí de lo que acababa de hacer en el mismo momento en el que se bajaron los seguros con el bloqueo central. Conversamos y conversamos, y el tipo resultó diciéndome que quería tomarme fotos ligerito de ropa, que cuánto le cobraba, y mejor dicho, hasta me ofreció llevarme a Italia. Y yo diciéndole que muchas gracias, pero que no. No me pregunten cómo, pero resultamos en el apartamento del man.
Niñas, de por dios, que no hagan eso que es muy peligroso. Ya para ese punto mis neuronas encargadas del sentido común volvieron de la traba en la que estaban y me empecé a preocupar en serio. Antes de entrar al apartamento yo alcancé a imaginar que del otro lado de esa puerta habría cuatro negros homosexuales de dos metros, dispuestos a hacer de mí sus delicias. Una vez adentro el tipejo aquel me ofreció una gaseosa, que yo acepté. Sólo cuando iba por la mitad del vaso me acordé de que existe una sustancia llamada escopolamina, comúnmente utilizada para someter la voluntad de las personas. En ese punto decidí tomarme el resto del vaso, pensando que si iba a ser sodomizado mejor era estar bien drogado, cosa que al otro día sintiera un dolorcito en el culo pero no me acordara realmente de qué había pasado. Un rato después salí de ese apartamento sin ningún detrimento de mi anatomía, ni ampliación de conducto alguno.
Los años han pasado y ahora puedo decirles que no soy homosexual por conocimiento de causa, pero no porque haya tenido relaciones con otro hombre… sino porque una vez me pegué una cagada que casi me rompe el orto. Si yo hubiera sabido que esa vaina iba a ser así, me habría puesto vaselina antes. No se que habrá sido lo que me comí, pero cuando salió parecía como un ladrillo mezclado con fibra de vidrio. Ahí fue cuando yo pensé: -No, esta vaina no es para mí– Porque un dedito de vez en cuando, vaya y venga, pero que se convierta en una vía de tráfico pesado, eso ya es otra vaina.
Les digo, estimados lectores, que lo mejor es enfrentar la pregunta sobre la propia gaydad o gaysitud… no sé cuál palabra sea la correcta, pero mi punto es que hay que preguntárselo en serio ¿Seré gay? Por mi parte, estoy ahorrando para mandarme a hacer mi primer tatuaje, son dos palabras, una en cada nalga: "Only Exit"
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