• ¿QUÉ HACER? (La eterna discusión entre narración y comedia)

    Casi tan antigua como la discusión del huevo y la gallina, de si evolución o creación, de si el hombre llegó o no a la luna, de porqué Jota Mario sigue en televisión, de si Gregorio Pernía representa el movimiento de protección a la mujer o representa el oportunismo político –o si representa algo al menos en su vida– es la discusión de la oralidad entre la cuentería y la comedia.


    Que si la cuentería cómica se empieza a llamar humor o si es el comediante el que hace humor; que si el comediante hace stand up comedy o cuál es la verdadera diferencia; los narradores más puritanos cuestionan el surgimiento, en los últimos lustros, de cuenteros comediantes y comediantes como tal , los cuenteros que ahora son comediantes se ven análogamente cambiándose de religión, es como que si han sido hinchas de la mecha, se vuelven del Cali solo porque el América está en la B.

    Más o menos en esas proyecciones se evidencia la existencia de esta antigua discusión que se centra en el puritanismo clásico de la narración, creyendo que quienes se dirigen a la comedia hacen humor ramplón y chabacano, basado en escatológicas conversaciones y prosaicas presentaciones ante públicos de ebrios, que tan solo esperan la ronda de chistes verdes que hagan del ridículo sexual su nicho máximo.

    Desdibujar un arte ya es menospreciar una representación del imaginario colectivo que nos construye como sociedad. Son nuestras representaciones del mundo las que nos hacen nichos culturales en la producción de una identidad. Arte no solo es lo convencional, existen manifestaciones culturales y lúdicas que buscan un espacio en ese entorno y luchan por ganar ese reconocimiento que en ocasiones se ve menospreciable y cuestionable por los narradores que se consideran puros. Puros en un sentido que en ocasiones recuerda el nacionalismo alemán, esa xenofobia cultural que hace imposible sentarnos a mediar en cuanto a consensos y disensos de nuestros quehaceres. .

    Y seguimos sin poder comprender el quehacer como constructores de un imaginario cultural que enriquezca el diario vivir de nuestros conciudadanos; continuamos pisándonos las mangueras (como en el refrán popular acerca de bomberos) y no podemos avanzar. La solución no es compartir un chocorramo entre todos, mejor hacer una torta más grande y compartirla con mejores trozos, no solo entre las diferentes opciones culturales, sino con todo un público ávido de opciones culturales, que le brinden la posibilidad de ver esas diferentes concepciones del mundo procedente, ver cada artista que se enfrenta a un escenario, defendiéndose con el arma que cada uno posee: un micrófono, una silla y muchas ganas de transmitir un mensaje.

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