Carta abierta al alcalde de Cali
“No es tan caro, los procesos culturales hay que pagarlos. Y… le cuento que quien paga 64.000 pesos por el salsódromo no está pagando ni el 20% de lo que cuesta el espectáculo.”
(Jorge Iván Ospina, alcalde de Cali – 25 de diciembre del 2011).
Pocas frases en la vida me han causado la indignación que ésta logró causarme: Aunque no he sido un gran seguidor de nuestra feria anual, reconozco que en ocasiones me he divertido, la he “pasado bueno” y que, sobre todo, trae muchas alegrías a mis conciudadanos. Por ello, y en honor a esa responsabilidad de quien escribe de dejar plasmadas sus ideas en escrito y no solo en el viento, me veo en la obligación de hacer un análisis detallado de los comentarios del alcalde Ospina. No prometo ser imparcial porque, de antemano, el actual alcalde no es de mis afectos, con su jerga populista y maneras de mamarracho, pero al menos, trataré de ser directo y “frentero”, cualidad que parece escasear en la administración pública del mundo en estos días.
“No es tan caro” – Dice con ligereza el señor alcalde. Y sí, 64.000 pesos colombianos, que vienen siendo poco más de 32 dólares de EE.UU., y poco menos de 25 euros, es poco, porque igual alcanza para poco con ellos. Olvida Ospina que muchos caleños hacen buen uso de ese monto, más aun cuando no siempre es fácil tenerlo en el bolsillo. Usted, alcalde, sabe bien que hay gente que prefiere usar ese dinero para pasar unas horas en el desdichado salsódromo, so pena de poner en riesgo la comida o el transporte de la semana. También sabe que hay mucha gente que, pudiendo pagar esos 64.000 pesos, prefiere no hacerlo porque significaría avalar una feria que cada vez es más desorden y menos compartir, lo cual deja como grupo principal de asistentes a toda la gente, propia y extraña, que le hace a usted la corte. ¿Qué negocio, verdad? ¡Igual nosotros preferimos la rumba a comer! Pues sí, sí es caro en estos días, señor alcalde, con carencias de gas natural y entrando ya en el terror de masas de saber si el salario mínimo para el año siguiente cubrirá las necesidades básicas de una familia. Sí es caro pagar por un evento que ha sido gratuito. Y sale más caro aun cuando con ese dinero se paga el blindaje visual contra aquellos que no lo tienen, quienes siendo tan caleños y más que usted y yo, se merecen ese ratico de felicidad más que usted o yo.
“Los procesos culturales hay que pagarlos” – No sé que me molesta más: si su sobradez y estilacho de pequeño burgués (algo que supongo su padre le reprocharía), o su definición de proceso cultural. Un desfile de bailarines no es un proceso cultural, señor, sino un evento, una manifestación misma de la cultura y el arte, tan popular que debe ser de todos, como planteaba Monsiváis (vaya y averigüe quien era Monsiváis, que yo no le voy a hacer la tarea). Un proceso cultural es aprender a bailar, hacer talleres de danza, de escritura, preparar a un grupo de personas para que conozcan algo. Sea menos ignorante, alcalde, incluso cuando se burle de sus electores, es más, especialmente cuando se burle de sus electores, porque ellos no olvidarán ni sus agravios ni su ignorancia ni su craso sentido del mal humor. Y ya que tanto habló de una ciudad incluyente, ¿sabe usted, alcalde, que hay unas manifestaciones (que no procesos) culturales llamados “Noches Blancas”? No, no son fiestas para mequetrefes vistiendo falsificadas ropas ajustadas con logotipos en lentejuelas plateadas al ritmo de la canción de la temporada. No señor, son noches en las que las distintas alcaldías que las promueven dan entrada libre a museos, galerías, teatros, salas de cine y hay manifestaciones (le repito, que no son procesos) artísticas gratuitas en varios escenarios al aire libre de las ciudades que la llevan a cabo. ¡No sea palurdo, alcalde! Es con esa entrada libre que usted gana mecenas y votantes, y el pueblo gana cultura, entretenimiento y sosiego, no cerrando los eventos (y se lo repetiré hasta el cansancio, que no es lo mismo que un proceso) para que sus lacayos se puedan sentir mejor que los demás.
“Y… le cuento que quien paga 64.000 pesos por el salsódromo no está pagando ni el 20% de lo que cuesta el espectáculo” – Me acaba de llegar a la mente una palabra que lo define, ante su malsonada frase: ¡Canalla! ¡Es usted un canalla, Ospina! Si tan poco contribuye al costo del espectáculo, ¿Para qué cobrar? ¿No es entonces mezquindad por parte de la administración el hacerlo? Se enfrentaba usted a dos opciones: o cobraba más para poder así pagar lo que cuesta el espectáculo, o no cobrar y asumir los gastos con el presupuesto público. Le confesaré algo, ya que si lo llamé canalla debo permitirle algo de cercanía a mi persona (sólo algo): a mí no me parece buena la idea de ir regalando las cosas; eso de las cosas gratis tiende a generar parasitismo en algunos miembros de la sociedad, sin importar estrato, pero me parece peor idea el haber vuelto el desfile de bailarines un acto cerrado. En una ciudad donde llamar a alguien “pobre” sigue siendo un insulto, esto es una bofetada. ¿Acaso los bailarines no son hijos, amigos, novias, hermanas, parientes de muchos que están al otro lado de sus odiosos escudos plásticos? Hablando en caleño, ¿no sería muy vacano ver a los mancitos de la cuadra azotar baldosa por la calle, vé? No, los quería usted para el goce mundano de su séquito, y de paso, seguir insultando la nobleza y la inteligencia de mis conciudadanos al decirles que su dinero, en realidad, importa un carajo, porque es su magnanimidad la que trae los eventos a la feria, usted, alcalde, que es la feria misma, o lo que ésta se ha convertido: algo de mal gusto, miope, ruidosa, arrogante y excluyente. La feria, Ospina, es del pueblo, no es suya y nunca será suya. Si el pueblo de Cali tiene algo de dignidad, debería declararlo persona non grata para ferias venideras por su descaro.
Sé que puede usted pensar y decir que qué pinto yo en esto si no vivo en Cali, pero se olvida usted de algo, y es que Cali, Santiago de Cali, vive en mí, y en los miles de caleños que vivimos fuera de la ciudad, que anhelamos ir por estos días a visitar familia y amigos, a echar paso de salsa, bebernos unos aguardientes con música de carrilera o saltar con algo de rock, de buen rock. Caleños que urgimos a nuestras parejas, amigos y vecinos de otras tierras a que vayan a Cali en diciembre, para recordar que hay vida mas allá de la nieve, y que aunque quizás ya sea otro año en Australia, en Cali nos quedan horas para vivir en el pasado de recuerdos y alegrías. Alcalde, le queda poco a su gobierno, pero a la feria le quedan muchas más ediciones, bailes y canciones. La feria volverá a ser feria, y seguirá siendo feria, feria de todos los que nacimos y vivimos, sea de tiempo completo o parcial, en Cali.
Pero no de usted.
Julián De la Cuesta
New York, 26 de diciembre del 2011
© 2011 – Julián De la Cuesta
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